Pasiones, deber y limones (-)

Los ojos me duelen, estoy cansada. Investigo. He visto noticias en televisión, leído medios escritos digitales nacionales e internacionales, revisado las redes sociales y grupos de whatsapp, conversado con “colectiveros”, dueños de negocios de barrio, funcionarios públicos, familiares y amigos.

He escuchado atentamente lo que dicen las personas en la micro, en las esquinas mientras espero locomoción, en las reuniones de dirigentes, todos señalan los mismo: “Chile, se cansó”, “nos aburrimos”, “el pueblo despertó”, “ya no queremos más injusticias”, “¡basta ya!”.

El ciudadano “de a pie”, ese que compra en el negocio del barrio y aquel que intenta aparentar solvencia económica, endeudándose en retails y cadenas de supermercados, está de acuerdo con las demandas sociales, y entiende la rabia contenida y expresada en las manifestaciones sociales. Incluso, aquellos “más favorecidos económicamente” no se sorprenden de este “estallido social”, como se ha bautizado en los medios de comunicación. Hasta recuerdo que le dije a mi padre unos meses atrás “la cosa le va a reventar en la cara a Piñera”, porque ningún animal aguanta tanto abuso… y nosotros, no somos la excepción.

No, no me ha sorprendido el estallido social, ni la “gestión pública gubernamental represiva”, ni las falsas o verdaderas “evidencias” de montajes y declaraciones ultraderechistas, de utilizar la violencia y el caos para promover e instar la presencia militar en la calles y enemistar a las personas unas con otras; ni siquiera, la violencia con que han actuado las fuerzas armadas y de orden, manifestantes, o el lumpen, todo es un “hecho presagiado” frente a las decisiones político-económicas (palabra siamesa) que se han tomado desde la Dictadura a la fecha, por parte, primero, de un dictador, y luego de congresistas inexpertos y tímidos (al inicio), indiferentes, semiendiosados, faltos de ética, ignorantes, o domados que hacen los que sus padrinos les dictan. (De haberlos buenos, los hay, pero son superados en número).

Lo que me ha sorprendido – hasta casi transformarme en un personaje de Condorito (sólo me ha faltado saltar de mi viñeta con un ¡PLOP! a mis pies) – es la falta de empatía y desconocimiento de parte de algunos chilenos, y no me refiero a una indiferencia con el movimiento que se manifiesta hoy en las calles, sino con la “verdadera realidad” que vivimos muchos de nosotr@s en lo cotidiano. Esa realidad donde las personas deben estirar cada moneda o pedir prestado para acabar el mes o sobrevivir el mes.

“¿Cómo es posible que aleguen por un alza de 30 pesos en el pasaje, apuesto que se gastan más en un carrete de fin de semana?”, “estoy de acuerdo con sus demandas, pero se fueron al chancho chiquillos, con mis amigas no podemos salir a carretear, no tenemos donde tomarnos una chela”, he visto y escuchado.

Algunos dirán “lo que te sorprende, yo escucho esto todo el tiempo”. Y, de seguro tendrán razón. Pero no es lo qué dicen, ni cómo lo dicen, sino el recordarme que estos ejemplos se repiten por cientos a lo largo del país. Incluso, los puedo imaginar sentados frente al televisor o mirando sus celulares, molestos con quienes marchan, molestos con el gobierno que no detiene las protestas, molestos con los “pacos” o “milicos” que no tiran bombas o matan de una vez por todas a los revoltosos (a todos), sólo por el deseo de seguir con sus rutinas cotidianas, cortes de cabello, compras, carretes, fitness, vidas insulsas que no contribuyen a esta sociedad más que con su consumo.

No les preocupa que las pasiones se hayan disparado en un torbellino, que sólo el clima dictará su destino, donde algunos están arriesgando sus vidas para beneficio de tod@s. No, estos “imperiosos consumistas” miran con desdén la rebeldía social; rebeldía contra el toque de queda, contra la autoridad, contra que digan: “eres libre, pero como oveja”. A estos individuos mordaces y “azombiados”, ni siquiera les preocupa que un militar o carabinero se enfrente a un estudiante, a un trabajador, a una dueña de casa, a un militante de partido, a una mujer, o niños. No, no les interesa quien caiga en esta refriega de pasiones que unos siguen por convicción, en tanto, otro siguen porque los obliga la cadena de mando de las únicas instituciones que conocen y que los han acogido. No, no creo que quienes se inscribieron en Carabineros, en la PDI, o se enlistaron en la milicia, imaginaron que tendrían que cargar su arma o fusil para defender supermercados y farmacias de las familias más poderosas de Chile, NO… la publicidad decía otra cosa.

Ya es tarde, las cacerolas, ollas, sartenes y tarros, se fueron a dormir. Las trutukas y kultrunes del otro lado del río dejaron de emitir su hermoso sonido. Chile duerme, al menos una parte, la otra, “la carne de cañón”, el soldado raso, el cabo, los ciudadanos uniformados (y no uniformados) – obligados a obedecer – disparan a sus hermanas y hermanos. Por supuesto, no hay chilen@ que no sea “choro”, por ello, el fuego se enciende en la calles y las piedras son lanzadas de las esquinas, se defienden, se enfrentan, pero piedra no se compara con bala.

Me pregunto, ¿qué hará el Gobierno cuando los generales no quieran hacerse responsables por esta violencia, por esta imposición política? El Ejército ya tiene publicado en su sitio web la ley que dice que son “obedientes y no deliberantes, profesionales, jerarquizadas y disciplinadas”. Que un General hable en un punto de prensa a Chile, parapetando al Poder Ejecutivo, por la presencia militar en las calles y el toque de queda, es sólo reflejo de la incapacidad de la gestión pública para trabajar con la comunidad organizada. No, nadie es tonto; todo el mundo sabe quién dio la orden.

Chile ya sufrió demasiado. Queremos de vuelta el agua para quienes tienen sed, para vivir; queremos de vuelta el cobre, el litio, el uso del suelo, para financiar nuestro derecho a la educación, a la salud, a la vivienda, a un trabajo que permita alimentar y proteger a nuestras familias con tranquilidad; queremos descansar con una pensión justa; una nueva constitución que garantice estos derechos; que se acaben los privilegios de los parlamentarios y de los grandes grupos económicos; y, por supuesto, que la economía se piense para beneficiar a la mayoría, no a unos pocos, y que se impulse a la empresa privada sin que se destruya a las comunidades locales y a nuestro hogar, Ñuke Mapu, en el intento.

Silencio, sólo silencio de la autoridad frente a un país que ruge, que demanda sus derechos. Sólo se escucha, a lo lejos, en la oscuridad, gritos que preceden carreras en las calles, luego disparos… pero, ojo, los tiempos han cambiado, el temor se esfuma, cuando niños, jóvenes y adultos se enferman y mueren día a día por las injusticias sociales.

Estoy preocupada por las hermanas y hermanos, en cada lado de la calle, que se ven obligados a enfrentarse en todo el país, por la ineficacia de decisiones de gestión gubernamental; recuerden amig@s no somos enemigos, debemos luchar todos juntos contra la injusticia social.

Confieso que estoy triste, pero sé, con certeza, que algunos están felices. Sí, los productores de limones sonríen, mientras arrancan, transportan y comercian, el fruto dorado de su trabajo; meditan, claro, en subir el precio, tal vez en coludirse en el alza (un poco de humor a esta hora, de todas formas, han aprendido de los mejores), ellos saben, como muchos, que esta oportunidad no se debe perder, es ahora o nunca… ya es tiempo de limones.

Por
Romy Bernal Díaz
Periodista
Talca – Chile

Octubre 22 de 2019.

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